Un diagnóstico real…
HOY LA PRESIDENTA presentará su Plan Nacional de Seguridad. La tasa de homicidios no se ha detenido, al contrario. Por día se contabilizan 81.3 casos. Ya llegamos a 500, más los que se acumulen esta semana. Eso, sin contar a los desaparecidos.
Ya había señalado Sheinbaum los cuatro ejes rectores para el combate a la delincuencia: Atención a las causas, fortalecimiento de la GN, inteligencia e investigación y coordinación entre los tres niveles de gobierno. Nada nuevo.
Sin embargo, poco se sabe de los puntos finos.
El Wall Street Journal escribió que se examinará a los jefes de seguridad estatales designados por los gobernadores y la generación de normas a nivel nacional entre las 32 fuerzas policiales estatales, fiscales estatales y los sistemas penitenciarios de México.
También que la pretensión es reducir los asesinatos en las diez ciudades más mortíferas del país, incluidas Tijuana y Ciudad Juárez en la frontera con Estados Unidos. A su vez, aflojar a los grupos del crimen organizado que controlan amplias zonas del país, extorsionan a empresas, trafican con drogas y matan con impunidad.
Mencionó la aplicación de una estrategia contra el trasiego de fentanilo con una visión de cooperación internacional, como en su momento lo señalara durante su campaña Xóchitl Gálvez. No hay de otra.
Insisto, nada nuevo.
La apuesta es reducir los delitos del fuero común, a la par que los homicidios y presentar un frente contra los carteles de la droga que se apoderaron del 81% del territorio mexicano de acuerdo con Global Initiative Against Transnational Organized Crime (GIATOC), que cataloga a México como el país con más mercados criminales del mundo.
Desarrollaron un índice que se enfoca en la penetración de los mercados criminales en las economías, México, Myanmar y Colombia ocupan los primeros tres lugares. El impacto de la violencia en la economía de México es de 19,8% del PIB.
En la mayoría de los estados hay dos o más cárteles de la droga que a su vez generan más de 500 bandas delictivas lo que arroja una problemática multicausal.
La pregunta colosal es ¿qué pudieran originar en ese plan que reduzca la penetración delictiva en la sociedad?
No veo que la presidenta, ni Omar García Harfuch, titular de la Secretaría de Seguridad, hayan mencionado o por lo menos establecido de refilón, una estrategia mediática en este algoritmo de control de la violencia. Conocido es que toda acción gubernamental, por más fortalecida que se encuentre, ante la opinión pública cae a cero su aceptación con la acometida criminal proporcionada por los delincuentes que entre más vil sea, mayor repercusión negativa causa en los gobiernos.
Lo que le ocurrió al alcalde priísta de Chilpancingo recorrió las salas de redacción de los medios en el mundo. Es importante que la mesa de seguridad cuente con un aparato de comunicación eficaz con miras a realizar un lavado de imagen mundial y nacional pero sustentado en objetivos productivos reales.
Aún no se ve que tengan pistas sobre quienes decapitaron al alcalde de la capital guerrerense y parece que a nadie le importa. Tema aparte, pero del mismo costal, es la movilización de diferentes pueblos que no aguantan la violencia.
Si el Plan Nacional de Seguridad viene en serio, lo primero que deberemos observar los mexicanos será el diagnóstico que nos dibuje lo más exacto posible, la problemática en la materia. Fuera de la grilla palaciega que se generará al dibujar lo no hecho por López Obrador.
Es tan complicado el caso que, si bien se buscará esa coordinación de los niveles de gobierno, también se deberá manejar el apoyo a la policía de proximidad, aquel elemento de seguridad conocido por los habitantes de los barrios –o sociedad--, y a quien se tiene confianza. Pero, ups, la militarización de la seguridad pública aleja, derrite y desaparece este esquema.
El detalle con los planes es que colocan indicadores futuros cuyo seguimiento es difícil de seguir por el común que conforma su visión en base a lo proyectado por organizaciones distantes del gobierno y cuyos datos les otorga un grado superior de credibilidad.
La sociedad vive en la incertidumbre y más cuando vemos que la impunidad se impone, razón por lo cual no es viable pensar que se contará con su cobijo en el combate contra el crimen y menos cuando se vuelve imposible separar a los agentes del orden de los delincuentes.
El odio fomentado entre los mexicanos también pega en el tema. La solidaridad y confianza se escaparon por la ventana dejando solos a los entes gubernamentales. Es la cruel realidad que ya veremos si manejan un remedio en el dichoso plan que abarcará una decena de consideraciones –en su diagnóstico, no se le olvide--, que permitirá vislumbrar de qué está hecha la presidenta. Si viene en serio o con más de lo mismo.
Ah, y eso de echar culpas, pues la verdad ya estamos hartos. Acción y eficacia es lo que quisiéramos ver. Y por el amor de Dios, que dejen ya de limitar las libertades en aras de una mejor seguridad, lo cual es un tema a tratar más adelante.
EN FIN, por hoy es todo, mañana le seguimos si Dios quiere.
Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 35 años de experiencia en medios escritos y de internet, cuenta licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorando en Administración Pública. Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de “CEO”, Consultoría Especializada en Organizaciones…
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