Sheinbaum: el espejo roto de su mañanera

2025-09-12 | Armando Vásquez A. | Columna Archivo Confidencial
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El primer año del gobierno de Claudia Sheinbaum ha traído consigo una pregunta fundamental sobre su estilo de liderazgo: ¿podrá su sobriedad técnica dominar la agenda mediática como lo hizo su antecesor? La respuesta, observando el pulso de las conferencias matutinas, parece ser que no.

El formato de las mañaneras, que en su momento fue la herramienta más poderosa de AMLO para imponer su narrativa, se está revelando como un arma de doble filo para Sheinbaum. Lejos de ser un púlpito de control absoluto, se ha convertido en un espejo que refleja sus momentos de tensión y su incapacidad para controlar completamente el debate público.

La premisa de la mañanera en la era de la 4T es la de un ejercicio de comunicación total. Una plataforma diaria desde la que el poder ejecutivo fija los temas de conversación y a publicarse, desacredita a los críticos y se presenta como el único poseedor de la verdad. S

Sin embargo, Sheinbaum, a pesar de su disciplina y de mantener el ritual, no ha logrado replicar la misma autoridad mediática. El gran error de la actual presidencia, o al menos su principal desafío, es creer que el formato por sí solo garantiza el control de la narrativa. La realidad es que los momentos de enojo, molestia y frustración de la presidenta –más o menos una decena en sus 247 mañaneras--, son la prueba irrefutable de que la agenda se le escapa.

Estos episodios, que antes eran escasos y siempre se interpretaron como parte del “show” de Amlo, en el caso de Sheinbaum adquieren un cariz distinto. No son parte de una buena y calculada telenovela dramática; sino un indicio de incomodidad genuina.

Cuando la presidenta responde a una pregunta que considera injusta o malintencionada con un tajante “Ya no te voy a contestar”, o cuando defiende con vehemencia la legalidad de las acciones de su gobierno ante los cuestionamientos sobre la reforma judicial, no está “ejerciendo su derecho de réplica” como una estrategia de comunicación, sino que está perdiendo el control emocional del momento.

En la vorágine de una mañanera, la reacción no es la de una lideresa que maneja los hilos de la información, sino la de una funcionaria que se siente acorralada por una premisa que no puede desarticular con sus argumentos técnicos.

Las mañaneras de López Obrador-1,438 durante su sexenio-- funcionaba por la improvisación y su capacidad de entretener. Era un espectáculo que generaba titulares virales, ya fuera por un apodo a un rival o una anécdota histórica. Se le contabilizaron un centenar de frases o simbolismos de los cuales Sheinbaum ha repetido una docena y cuenta con un número similar de su propia cosecha, no más.

La gente no solo la veía por la información, sino por la figura del presidente, al que incluso sus opositores sintonizaban, diciendo: “A ver con qué ocurrencia sale hoy”. Sheinbaum, en cambio, ha optado por un estilo más técnico, más serio, incluso más aburrido para muchos. Ha intentado hacer de la mañanera un espacio de rendición de cuentas, con gráficas, diapositivas y el apoyo de sus secretarios de Estado.

El problema es que este enfoque, si bien es más “profesional”, le resta la capacidad de dominar el ciclo de noticias. Los momentos de tensión con la prensa, en este nuevo contexto, no son un punto a favor, sino un signo de que la estrategia comunicativa no es infalible.

El incidente con una reportera de Proceso, quien cuestionó la presunta injerencia de la Secretaría de Bienestar en la elección judicial, es un claro ejemplo. La presidenta respondió con enojo, desafiando la premisa de la pregunta en lugar de ofrecer una respuesta que desarticulara la crítica. Esta reacción, lejos de silenciar el debate, lo avivó. La noticia no fue el desmentido del gobierno, sino el enojo de la presidenta.

Lo mismo ocurrió con la pregunta sobre las irregularidades en la elección, a la que Sheinbaum respondió: “Todo esto es por racismo”. Una frase que, si bien puede reflejar su visión del mundo, desvió la atención del tema principal y confirmó la incomodidad del gobierno con las críticas.

La mañanera, lejos de ser un escudo, se ha vuelto un amplificador de los puntos débiles de la presidencia. Los temas que el gobierno de Sheinbaum querría minimizar, como la violencia en Sinaloa y Chiapas –no contabilizando las desapariciones de personas que desde marzo quedó de aclarar--, o las presiones de EU sobre seguridad y migración, son amplificados por el simple hecho de que se discuten en el formato.

Y cuando la presidenta muestra frustración o desvía la conversación, como lo ha hecho, no hace más que darles la razón a los críticos: hay temas que le incomodan y de los que no quiere hablar.

En la era de Amlo, a quien todo se le resbalaba y cuando se sentía acorralado argumentaba que tenía otros datos, la mañanera era el sol alrededor del cual giraba toda la agenda mediática del país. Hoy, la mañanera de Sheinbaum es solo un punto más en un universo mediático cada vez más fragmentado y competitivo.

Las redes sociales, los medios críticos y la oposición han aprendido a contrarrestar la narrativa presidencial. Y en ese campo de batalla, los momentos de tensión de la presidenta no son una señal de fortaleza, sino un recordatorio de que, por más que se intente, ninguna plataforma de comunicación puede ser un control absoluto sobre el discurso público.

En este lapso, la presidencia de Sheinbaum ha demostrado que el poder de la mañanera no está en el formato, sino en la capacidad de quien lo encabeza para dominarlo.

Y en la búsqueda de la presidenta por imponer su narrativa, cada uno de sus momentos de enojo es una pequeña derrota en el intento de controlar un debate que, como la realidad misma, es mucho más complejo de lo que se puede exponer en un salón de conferencias, sobre todo en la hora y media de duración que se impuso, otra diferencia palpable, pues con Amlo llegaban a durar el doble.

Da la impresión de que le “da flojerita”, no tiene más que informar o, simplemente, no sabe cómo hacer “show” como lo hacía su antecesor.

EN FIN, por hoy es todo, el miércoles le seguimos si Dios quiere.

Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 35 años de experiencia en medios escritos y de internet, cuenta licenciatura en Administración de Empresas, Maestría en Competitividad Organizacional y Doctorando en Administración Pública. Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de “CEO”, Consultoría Especializada en Organizaciones…                                                                                                                                                                                                                                  

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