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Zona de silencio, voces que se apagan

2022-01-24 | Arturo Soto Munguía | Sección: Principal

Arturo Soto Munguia

Anoche mataron a balazos a la periodista Lourdes Maldonado López en Tijuana; la semana pasada asesinaron a balazos al periodista Margarito Martínez Esquivel, también en Tijuana. Con José Luis Gamboa Arenas, periodista asesinado a puñaladas en Veracruz, este año comenzó con las primeras hojas de su calendario salpicadas de sangre de comunicadores.

En realidad, el calendario está empapado desde hace décadas por la sangre de personas dedicadas a cualquier profesión, pero no hay hasta el momento un indicador que coloque a México entre los países más peligrosos del mundo para ejercer digamos la abogacía, la medicina, la arquitectura, el magisterio, la contaduría, el comercio, la enfermería, el diseño gráfico, la herrería, la investigación científica…

Para ejercer el periodismo sí. El año pasado México se situó en segundo lugar del ranking mundial de países más peligrosos para ejercer esta profesión, solo después de Afganistán (¡de Afganistán!).

El horror de lo que sucede en México cotidianamente ha galvanizado el ánimo de la sociedad. ¿Qué son tres periodistas asesinados en un mes, frente a los más de cien mil asesinatos registrados en el país durante los últimos tres años?

Lourdes Maldonado iba llegando a su casa manejando su auto cuando fue atacada a balazos por personas que evidentemente la estaban esperando. Seguramente conocían sus rutas y rutinas; su domicilio y sus horarios. La tenían documentada. A Margarito Martínez lo mataron de una forma similar.

Además de ser comunicadores, ambos tenían otras cosas en común: habían recibido amenazas y se encontraban acogidos al mecanismo de protección para personas defensoras de los derechos humanos y periodistas.

Lourdes Maldonado acababa de ganar un litigio laboral a la empresa Primer Sistema de Noticias, propiedad de Jaime BonillaValdez, ex gobernador de Baja California; empresa que fue embargada a favor de la periodista demandante, quien fue nombrada como depositaria interventora de la misma.

Tres días después la asesinaron.

En 2019, Lourdes Maldonado acudió a la ‘mañanera’ y le planteó al presidente de la República su caso, pues dijo temer por su vida. El presidente la remitió con Jesús Ramírez Cuevas, su jefe de prensa. Hoy está muerta.

Margarito Martínez, fotoperiodista que laboraba para varios medios de comunicación había recibido amenazas de un ex policía que lo acusó de haberlo señalado como ‘halcón’ del crimen organizado a través de páginas de Facebook que supuestamente manejaba Martínez. Tras las amenazas, el fotoperiodista apeló al mecanismo de protección tanto federal como estatal, aunque el secretario de Gobierno de Baja California negó que haya estado inscrito en tal mecanismo. Martínez Esquivel fue asesinado cuando salía de su casa la semana pasada.

II

Hace unos diez años, periodistas de Coahuila, Tamaulipas y el norte de Veracruz comenzaron a manejar el concepto ‘zona de silencio’. Aludían con él al territorio controlado por grupos del crimen organizado donde, por decisión propia y en resguardo de sus propias vidas, los periodistas asumieron que había temas sobre los que no se puede hablar ni escribir.

El poder del narco en esa zona era tal, que las autoridades gubernamentales tenían una existencia virtual. Habían claudicado, o por lo menos accedido a compartir atribuciones, facultades y prerrogativas con la delincuencia que instalaba retenes para controlar el libre tránsito, cobraba impuestos (derecho de piso, cuotas sobre producción agropecuaria, derechos de importación); seguridad pública y política penitenciaria; migración y hasta financiamiento y supervisión de campañas electorales, entre otras cosas.

Desde entonces y poco a poco el país entero se ha ido convirtiendo en una ‘zona de silencio’.

En los primeros 23 días de este año, tres periodistas han sido asesinados. Es probable es que sus casos pasen a engrosar la lista del 95 por ciento de los crímenes de comunicadores que permanecen en la impunidad.

Puede suceder que esos casos se diluyan en el mar de sangre y la oleada de violencia que sacude al país desde el caribe mexicano hasta la frontera norte. Ahora sí que de Mérida a Ensenada y el narco como si nada.

Pero ¿Quién va a contar la historia?

Lourdes, Margarito y José Luis ya no. L@s 25 periodistas asesinad@s en los últimos tres años según Artículo 19, tampoco.

III

Hace diez años, había esa zona de silencio que en México se refería a Coahuila, Tamaulipas y el norte de Veracruz. Hoy, todo México es esa zona de silencio, donde el respeto a las libertades (incluidas la de expresión y la de prensa) es irrestricto, hasta que deja de serlo.

Los asesinatos de periodistas no son un mensaje ‘al pueblo en general’, que quizás los registra como una parte casi imperceptible de los miles de asesinatos que se cuentan por año, sino a un sector muy específico de la sociedad al que le queda muy claro que en el país, no hay ente más poderoso que el Estado, que no hay organización más grande y articulada que el gobierno, que no hay fuerza de tarea con mayor poder de fuego que el Ejército. Y que por lo tanto, ningún grupo criminal, ninguno, puede estar por encima de todo eso.

Y sin embargo, lo está.

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