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Quisiera un Presidente así…

2017-09-26 | Armando Vásquez A. | Sección:

EUGENIO DERBEZ maneja una verdad de a kilo en un video en redes. Dijo más o menos:

“Dependerá de nosotros que el México que resurgió luego del trágico S-19 permanezca en el mismo rumbo, en esa demostración hecha al mundo con el humanismo demostrado al dejarnos en nuestras manos el destino de la reconstrucción y por ello debemos de cuidar que ese cambio permanezca, que no se olvide para que no se nos desvíe el país”.

Las acciones realizadas por los partidos políticos de desprenderse de su financiamiento e incluso, proponer –lo que durante décadas hemos pedido los mexicanos--, la desaparición de las plurinominales que ya cumplieron su función y por lo tanto son obsoletas, nos indican que vamos a estar muy atentos en la calidad de los candidatos que vayan a manejar para el cambio de Presidente de la República y claro está, en el resto de puestos de elección popular.

Pero el preponderante será el próximo presidente de este país pues todos sabemos que en México los cambios reales vienen de arriba hacia abajo pues cuando es al revés hablamos de una revolución pacífica o violenta, dependiendo del tamaño de la ofensa sufrida.

¿Qué tipo de Presidente queremos?

La clásica es que sus valores no se dobleguen: honesto, confiable y un largo etcétera que usted puede agregar, pero lo más importante de todo es que urge que sea patriótico, que piense primero en el bienestar del país antes que en sus intereses de grupo, en su familia o en sí mismo.

Queremos un presidente culto, que no le pierdan el respeto con tanto meme por las tonterías cometidas, alguien que quiera cuidar su nombre para cuando deje el cargo y se sienta orgulloso de su trabajo sin que le echen en cara a sus hijos o nietos su trabajo de seis años.

Alguien que viva del sueldo que gana como funcionario público, que viva en una casa ganada a pulso, humilde en su trato, que rebase los 55 años de edad para que no piense en el futuro de largo plazo –aunque se escuche cruel--, y ante todo, que sepa sentir el dolor.

Que sea pulcro en su vestir y caminar, dueño de una personalidad propia, no prestada, que aprenda a pedir perdón y actúe con dureza cuando lo amerite la ocasión. No santo, pero tampoco demonio. Cauto, pero no indeciso.

Que busque el fondo y no la forma. La esencia y no la presencia. Con capacidad de síntesis, que no hable mucho y actúe más. Que se le quiebre la voz cuando viva una desgracia en el país, sensible, que sienta a los hijos de otros como propios, a las mamás de otros como suyas y que como buen padre, vele por el bienestar de todos y con ello un trato igualitario para todos.

Que sienta vergüenza ante la propuesta indecorosa, que no se doblegue ante el duro embate de la corrupción, que le saque la vuelta a cualquier indicio de ver como normal lo que no lo es.

Debe ser una persona que entienda que está de paso en ese paso como en la vida, que no quiera perpetuarse en el poder eligiendo a un sucesor, que deje respirar políticamente hablando a sus contrarios, que elija adecuadamente a sus colaboradores bajo la óptica de la construcción, no de la destrucción que es más fácil de prodigar, promocionar y provocar.

Una persona que sepa diferenciar entre el uso de la tecnología de avanzada y de la tecnología destructiva; de la libertad de expresión como herramienta e indicador de prosperidad. Uno que desdeñe la impunidad y que se enoje cuando la justicia sea lenta y parcial. Que entienda que es la persona que puede lograr un cambio o un retroceso de este país y que haga los cambios necesarios de su personal sin pedir permiso a nadie.

Requerimos que no se deje manipular por países extranjeros –principalmente Estados Unidos--, que sopese sus decisiones en lo general, pero que en lo particular tome decisiones con el corazón en la mano y con Dios ocupando su cerebro. Ahí no hay falla.

Nos urge que nos quite la idea a los mexicanos de que vivimos en un país de cómplices, donde la piedra angular es el clientelismo político para poder prosperar y que el compadrazgo y no la capacidad es lo que lleva a un funcionario a ocupar un cargo.

Que sea capaz de quitarnos de la cabeza a todos los mexicanos de que el funcionario es un ladrón. Que somos el país del ya merito. Que no merecemos ser triunfadores y debemos vivir reprimiendo nuestros escasos deseos de superación porque en este país todos somos unos fracasados y que el que no tranza, no avanza.

Requerimos un ser humano cuyo ejemplo arrastre, que no se deje arrastrar por los vicios personales o del poder, que sea admirado, no denostado; calificado y no reprobado; cuidadoso de los pequeños detalles, cautivador, de 24 horas que es lo que necesita este país.

Más que preocupado, ocupado; que sepa delegar adecuadamente, con tino en su hablar y en su actuar, que no deje espacios para que la cizaña cambie su actitud ante la vida y el devenir del país, un personaje que pinte su raya con el pasado y abra la puerta a otro futuro al cual por décadas los mexicanos hemos deseado.

Que no le de miedo caminar por la calle sin guaruras, que maneje su propio carro, sin miedos de ningún tipo. Que domine los temas esenciales de todo mandatario, que su mano izquierda sea la débil, la de las relaciones públicas, la conciliadora y la derecha la del saludo franco y sincero, la que cierre las negociaciones, la que impulse, no la que detenga, apriete y golpee.

Frío de tatema pero con un corazón que equilibre sus pensamientos. Que sepa reir con moderación, que busque la manera de convertirse en estadista con miras a dejar un legado futuro, cuerdo, alentador, de vara alta, medible y que quien le sustituya lo rebase.

Un presidente, quien sea y del partido que sea, que nos llene el ojo siempre. Y lo mejor de todo… es que sé que si existe ese mexican@.

EN FIN, por hoy es todo, mañana le seguimos si Dios quiere.

Armando Vásquez Alegría es periodista con más de 30 años de experiencia en medios escritos y de Internet, cuenta con posgrado en Administración Pública y Privada.

Correo electrónico: archivoconfidencial@hotmail.com

Twitter: @Archivoconfiden