La violencia en la sierra sonorense: las grandes tragedias en pequeñas familias
Rumbos/Mario Rivas Hernández
DE UNOS AÑOS A ACÁ el expresidente VICENTE FOX pasa al aire una vez por semana un programa denominado “Fox Populi”, en Milenio Televisión.
Desde el principio, se tuvo muy claro que ese soliloquio foxiano tenía un solo propósito: defender el neoliberalismo y atajar a ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR en su propósito de llegar a la Presidencia de México.
Le he escuchado en varias ocasiones. Confieso que en algún momento me pareció interesante y objetivo. Después, lo repetitivo de sus ataques me llevaron a la conclusión que Fox nunca tuvo ideologías, sino compromisos económicos.
Nunca amigo, patrocinadores, sí.
Tampoco tiene afinidades partidistas con nadie. Por eso, no se le puede considerar panista. De hecho, nunca lo fue.
La abrumadora votación de Morena no lo venció. Solo lo hizo cambiar de estrategia.
Ahora está convocando a la resistencia y “a mantenernos informados y con el dedo en el renglón”.
Su objetivo mediático, es AMLO.
Desde luego, está en su derecho. Él anda metido en sus negocios y sabrá lo que hace. No se le cuestiona por ello. Se le cuestiona por pensar que puede verle la cara de idiotas a millones de mexicanos.
Fox no tiene empatía con nadie, más allá de sus conveniencias personales.
¿Dónde quedaron “los amigos de Fox”, aquellos que se dieron a la tarea de conseguir recursos para la precampaña y luego la campaña presidencial del guanajuatense?
Le llenaron los bolsillos de dinero y luego los mandó por un tubo.
Pasó sin pena ni gloria pero no escapó a las tentaciones del poder. Tal vez no tanto él como su esposa y los hijos de ella.
Fueron frecuentes a lo largo del sexenio los señalamientos que, a través de reportajes en publicaciones serias, se hicieron donde mostraban pruebas del enriquecimiento ilícito de los hijos de MARTA SAHAGÚN, la “primera dama”.
De hecho, hubo reportajes que acusaban directamente a Martita de autorizar la venta en el mercado negro de Tepito de contenedores con lotes de televisores y otros artefactos electrónicos decomisados por Aduanas en la frontera norte del país.
Muchas cosas fueron expuestas a la opinión pública. Pero nunca pasó nada.
Empleitado con quien lo sucedió en el cargo, FELIPE CALDERÓN, rompió la regla no escrita de que el expresidente debía guardar silencio durante el sexenio siguiente al suyo.
Con todo, Calderón aguantó vara durante casi cinco años.
Esta cortesía de FCH fue mal interpretada por Fox. Pensó que le temía y por ello continuó ensañándose en sus críticas.
Hasta que Calderón perdió la paciencia y ordenó una investigación a su antecesor.
Era evidente que no tenía la intención de llevarlo a juicio. Solo quería ponerle un “estate quieto”.
Sin embargo, el cateo que hizo la Policía Federal en el rancho de Fox en Guanajuato, fue visto por la opinión pública como que la investigación había arrojado resultados negativos para el expresidente.
Lo cierto es que, cualquiera que haya sido la intención, Fox quedó marcado por la sospecha pública.
Ahora Fox se siente agraviado con AMLO porque canceló las pensiones a los expresidentes.
Es el único expresidente que se ha quejado. No lo ha hecho Calderón. El michoacano dijo en una entrevista que él puede vivir con lo que le pagan por sus conferencias.
Ningún otro expresidente ha dicho esta boca es mía.
López Obrador debe tener información secreta sobre las “travesuras” de sus antecesores. Esto no tiene vuelta de hoja.
Es muy posible que esta certidumbre lo haya llevado a tomar esta decisión que ha sido criticada en otros países.
Pero este no es el punto.
Por ahora, es Vicente Fox el que está en el centro del debate.
¿Por qué la convocatoria y la “resistencia” a quien sabe qué?
Tengo, para mí, que Fox ya se quitó la máscara. Hoy, los ciudadanos pueden verlo en su exacta catadura y pueden ver, también, a qué amo sirve.
Se llama dinero.
En fin.
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¡Larga vida para ellos y ellas!...
Es todo.
Le abrazo.
