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El Mamut de Ecatepec cambia por mes y medio la vida de una comunidad marginada de Sonora

2018-11-16 | Tomado de internet | Sección: Principal

Recorriendo distancias de más de 250 kilómetros, sin transporte público, llegaron a Trincheras 28 mil visitantes para conocer al Gigante de la Prehistoria

Trincheras es un pueblo de no más de mil 500 habitantes ubicado en el desierto, al noroeste de Sonora. Nunca, ni durante las fiestas patronales de San Rafael, con su baile y cabalgata, celebrada alrededor del 24 de octubre, sus amplias calles desoladas y ardientes de sol, con casas modestas de una sola planta, se habían visto recorridas por una multitud de visitantes, hasta que llegó el Mamut de Ecatepec.

El personaje principal de una exposición llevada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) al Centro de visitantes de la Zona Arqueológica de Cerro de Trincheras: Mamut, el gigante de la prehistoria, que exhibe el esqueleto completo de un mamut colombino de cuatro metros de altura y 12,000 años de antigüedad, compuesto por 132 piezas (120 originales y 12 recreadas) armadas y montadas por especialistas del INAH para su presentación en pie, acompañado de contenidos que detallan su existencia en el pasado prehistórico.

En dos meses, del 28 de agosto al 4 de noviembre, la muestra fue visitada por alrededor de 28 mil personas, convirtiéndose en una de las exhibiciones más importantes en la historia del INAH en ese estado y la más visitada en 2018 en Sonora, no sólo por su éxito museográfico, sino por la movilización educativa y cultural que generó en las comunidades de la región.

En el poblado, históricamente de origen minero, hoy no existe una actividad económica definida: sus habitantes desarrollan algunas labores mineras, de ganadería y comercio a menor escala pero la gran mayoría es migrante en Estados Unidos y sólo regresa a su pueblo para las fiestas de octubre, narra el antropólogo José Luis Perea González, director del Centro INAH Sonora.

A la actividad ganadera se agrega la elaboración de un queso rústico, de sabor especial y muy agradable que cuenta con reconocimiento a nivel estatal: el cocido. Por lo menos un ciento de familias de Trincheras lo prepara en sus casas, donde lo vende obteniendo ingresos importantes para el grupo.

Trincheras no tiene acceso al transporte público. Cuenta con escuelas de educación básica, una telesecundaria y un telebachillerato comunitario Cecytes. En la cabecera municipal se instaló un albergue para niños de primaria que acuden a la escuela desde otras comunidades, ya que las distancias y falta de transporte no permiten el trayecto cotidiano.

Con la apertura de la Zona Arqueológica Cerro de Trincheras en 2011 y la creación de su Centro de Visitantes, el INAH generó la posibilidad de que la región contara por primera vez con un espacio cultural de vocación educativa, construido con la participación de toda la comunidad.

Por su condición económica precaria y cercanía a la frontera con Estados Unidos, en distintos momentos Trincheras ha estado flagelada por la violencia, dice Perea González, fenómeno que además de referente económico y social, lo ha sido cultural: hace unos 10 años las expectativas de vida de niños y jóvenes eran entrar al negocio ilícito, ahora ya están pensando en ser arqueólogos o paleontólogos y preguntan dónde se estudia eso. Están aprendiendo que también se puede vivir de proteger el patrimonio, cuenta el antropólogo.

A lo anterior se suma que durante dos meses, con la exhibición del mamut, la gente de Trincheras vendió toneladas de queso cocido, además atendió servicios de alimentos, transportación y la venta de recuerdos de la exposición que fueron elaborados por la propia población, con el derecho total de los recursos generados. “Por 65 días, la población logró convertirse en el centro cultural del estado y agregar activos a su precario ingreso”, dice Perea González.

Dicho ejercicio, comenta, responde a la visión del INAH, de construir los derechos culturales de los ciudadanos sobre su patrimonio cultural, en este caso a través de una exposición que despertó interés de la población y logró su aceptación, al tiempo que cautivó la atención de una región emblemática para la arqueología del noroeste de México, y promovió actividades productivas y sociales que beneficiaron a la población.

El impulso del Centro de Visitantes está ligado a la atención a los sectores marginados y vulnerables del estado, pero no hay que olvidar que la Zona Arqueológica de Cerro de Trincheras es la más importante de una tradición cultural prehispánica que se extendió por Sonora, Chihuahua, Arizona y Nuevo México (EU), además de ser la única abierta al público en el estado, destaca el antropólogo.

Al respecto comenta que lo interesante del resultado de este ejercicio museográfico es que la gente no sólo vio el mamut, sino que ya en el sitio, se tomó las dos horas necesarias para recorrerlo completo y descubrir que también tiene eso: la población se ha reencontrado con su patrimonio arqueológico.

Acudir a Trincheras desde la capital del estado, Hermosillo, significa recorrer más de 250 kilómetros: el equivalente a desplazarse de la Ciudad de México a Morelia, Michoacán, o a Jalapa, Veracruz, para conocer una exposición, de esa dimensión fue el llamado, enfatizó el director del Centro INAH Sonora.

Pero el desplazamiento de público no sólo ocurrió desde la capital, sino de todos los municipios cercanos, localizados a 50 o 100 kilómetros de distancia: Santa Ana, Pitiquito, Tubutama, Atil, Magdalena de Kino, Benjamín Hill, Oquitoa, Altar; más otros municipios de la misma región noroeste, como Puerto Peñasco, San Luis Río Colorado, Cananea, Imuris, San Miguel Horcasitas, Nogales, así como otros alejados, ubicados hacia el suroeste de Sonora: Guaymas, Empalme, Huatabampo, Navojoa y Ciudad Obregón, en el municipio de Cajeme. También llegaron grupos de visitantes desde Chihuahua, Baja California y Arizona, EU.

El director del Museo Regional de Sonora, Zenón Tiburcio Robles, explicó que como Trincheras no tiene acceso a transporte público, la gente que llega es porque quiere ir allá; tomando en cuenta lo anterior, si en dos meses hubo casi 30 mil visitantes, la dimensión es enorme. Para visitar el mamut, el público regularmente llegó al museo en vehículos particulares y a través de algunos operadores de tours, principalmente de Hermosillo, Caborca y Nogales; asimismo, se organizaron decenas de visitas escolares desde varios municipios, detalla.

“Con el resultado obtenido asumimos que en el noroeste de Sonora hay una población hábida y con mucho interés por encontrarse con su patrimonio cultural, dijeron ambos entrevistados; el Centro de Visitantes de la Zona Arqueológica Cerro de Trincheras ha comenzado a generar una articulación cultural a partir de su infraestructura, que no sólo es la más grande de la región, sino con una oferta permanente de actividades, exposiciones y recorridos”.

Al INAH, ahora le queda una tarea muy importante en términos de evaluar el impacto económico, social y cultural, dice Perea González; en este sentido es que se prepara un estudio de público que sirva para desarrollar un programa de exhibiciones y, conjuntamente con la Universidad de Sonora, se realizará una valoración del impacto económico en la población.

Para Zenón Tiburcio Robles aquella verbena continua en torno al mamut se debió en gran parte al sistema de montaje que realizaron los museógrafos del INAH, ya que no dejan a la vista ninguna estructura metálica, lo que provoca que la gente lo vea como a un personaje vivo. Es así que los visitantes, principalmente los niños, le dejaron miles de papelitos con mensajes sobre los sentimientos que les despertó el “Señor Quesillo”, como lo bautizaron algunos.

Por otra parte, explicó Perea González, en el norte del país es constante el conocimiento de hallazgos paleontológicos: la gente de las comunidades encuentra huesos gigantes y puntas de flecha, y son ellos mismos quienes nos dan referencias sobre sitios; es decir que estos bienes forman parte de su memoria y la zona arqueológica está cercana a yacimientos de fósiles importantes.

En el caso de los tohono o´odham, también los grandes huesos de animales forman parte de sus mitos: el antropólogo narra una experiencia ocurrida en la comunidad o´odham de Oquitoa, donde salió a la luz una defensa de mamut: el INAH la restauró y la regresó a la comunidad y ésta, contrario a lo que siempre ocurre, decidió volverla a enterrar en lugar de exhibirla; esto se debe a la forma como se entienden en su cosmogonía estos bienes, apunta Perea González.

Por otra parte, los medios de comunicación y el cine difunden historias de dibujos animados o de ciencia ficción, con personajes del Cretácico, como los dinosaurios que habitaron la tierra antes de que llegara el hombre, o de la Era de Hielo y la prehistoria, como el mamut, y eso ha favorecido el interés por el conocimiento científico. Ahora tomamos ese interés como una oportunidad para estrechar lazos con la comunidad, dice el antropólogo Perea González.

Con esto, Trincheras ha demostrado que una comunidad se beneficia de una zona arqueológica y que puede aprender y reafirmar su identidad, así como resarcir su tejido social; que su historia y patrimonio se pueden compartir con otras comunidades, con otros museos y zonas arqueológicas, y que se pueden construir redes de intercambio cultural.

La algarabía que causó el mamut irrumpió por dos meses el silencio del extenso valle de Magdalena, donde sólo hace eco el silbato de un tren de carga que pasa cuatro veces al día, en su camino de Benjamín Hill a Mexicali. Este 20 de noviembre, el Gigante de la Prehistoria parte hacia Durango, su siguiente parada. La comunidad de Trincheras ya está lista para dar la despedida al mamut que tantas buenas noticias llevó al desierto sonorense, donde pueblos antiguos, como los tohono o´odham han venerado los huesos de gran tamaño.